El informe presidencial: de acto republicano a reunión de cuates.
Alberto Catalán Bastida.
5 de septiembre 2025
El informe presidencial, en una democracia madura, debería ser un ejercicio de rendición de cuentas ante la nación, un momento para confrontar realidades, escuchar críticas y contrastar visiones. En México, sin embargo, esta tradición republicana se ha convertido en un acto cada vez más cerrado, controlado y predecible, donde el diálogo ha sido reemplazado por aplausos orquestados.
El primer informe de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no fue la excepción. Lo que debería ser un espacio para transparentar logros y reconocer pendientes, terminó reducido a una ceremonia entre cuates, en la que el partido oficialista y sus aliados se felicitan entre sí, blindando el evento contra cualquier posibilidad de debate real. Y es paradójico: si, como presumen, cuentan con la mayoría legislativa y con el respaldo mayoritario del pueblo, ¿por qué tanto miedo a escuchar las críticas?
La democracia no se mide por la ausencia de cuestionamientos, sino por la capacidad de afrontarlos con argumentos y respeto. Lo que vimos fue exactamente lo contrario: un escenario diseñado para evitar la incomodidad de los señalamientos de la oposición, como si cualquier disenso fuera un ataque personal y no parte del juego democrático.
El informe presidencial debería ser el momento cumbre de la transparencia gubernamental, pero en el México actual se parece más a un evento partidista que a un acto de Estado. Un guion cerrado, una narrativa única y una audiencia cuidadosamente seleccionada para aplaudir, no para cuestionar.
Este modelo de informe no solo empobrece el debate público, sino que erosiona uno de los principios fundamentales de la democracia: la rendición de cuentas. Porque, al final, un gobierno que no soporta la crítica termina gobernando para sí mismo, no para su pueblo.
Y no podíamos no hablar de la toma de protesta de los nuevos integrantes de la Suprema Corte de Justicia; Vaya que el Poder Judicial se modernizó… ahora, en lugar de jurar cumplir la ley con la Constitución en mano, parece que basta con invocar a deidades prehispánicas y recibir una limpia chamánica para garantizar la justicia. Seguramente el copal espanta la corrupción, el humo aclara la incompetencia y los dioses prehispánicos dictan sentencias imparciales. Si así de fácil fuera, ya no necesitaríamos reformas, solo más incienso y danzas ceremoniales.
Thomas Jefferson – “Cuando la gente teme al gobierno, hay tiranía; cuando el gobierno teme a la gente, hay libertad.”