El desafío de ser oposición
Alberto Catalán Bastida
21 de noviembre
En la oposición mexicana hay tres personajes que, en teoría, deberían encabezar la defensa democrática del país. En teoría, porque en la práctica, no todos lo hacen.
Empecemos por Jorge Álvarez Máynez, quien dirige Movimiento Ciudadano, desde la comodidad del silencio estratégico. No asoma la cabeza, quizá porque teme despeinarse o, más probable, porque cualquier brisa podría mover los acuerdos no escritos que su partido mantiene con Morena. Total, ¿para qué incomodar al poder cuando se puede seguir jugando al mismo papel de siempre? El papel de “oposición alternativa”, que en realidad es solo otra forma elegante de decir esquirol.
Y luego está el PAN y su dirigente nacional, Jorge Romero, quienes atraviesan un momento decisivo. Si bien se asumen como una fuerza opositora, en los hechos han optado por mantenerse al margen de debates fundamentales para el país, evitando fijar postura en temas que exigirían claridad, firmeza y congruencia. Esa prudencia o silencio estratégico, según se lea, contrasta con la tradición panista de ser una oposición digna, combativa y con visión de Estado, tal como ocurrió en sus mejores etapas desde su fundación.
Hoy, con la decisión de competir en solitario en la próxima contienda electoral, el PAN tiene la oportunidad de demostrar que sigue siendo un contrapeso real y no una pieza más en un tablero repartido de antemano. Ojalá esta estrategia no responda a un acuerdo silencioso que solo facilite la administración del mapa político entre Morena y Movimiento Ciudadano. La militancia, las bases y el electorado crítico estarán observando si el PAN quiere trascender o simplemente acomodarse.
Del otro lado del ring aparece Alejandro Moreno Cárdenas, el único que, les guste o no, parece recordar que la palabra “oposición” existe en el diccionario. Mientras Morena presume “transformaciones” y se olvida de explicar sus acciones intimidatorias, sus excesos de poder y esos nexos con el narcotráfico que siempre resultan ser “calumnias”, Alito es quien se planta, señala y critica. Podrá tener sus defectos, pero al menos no practica el deporte olímpico de la sumisión disfrazada de “diálogo democrático”.
De hecho, con la competencia desinflada, el PRI termina el año consolidándose como el verdadero partido de oposición, una fuerza que aunque muchos le daban una sentencia de muerte, sigue siendo una opción real rumbo a los comicios del 2027, donde más de uno tendrá que reconocer que la resistencia no siempre viene del lugar más cómodo para la narrativa oficial.
Así que sí, México tiene oposición, pero una oposición que compite día a día para ver quién se toma más en serio su propio papel en esta tragicomedia nacional. Uno que se planta, otro que se agacha y otro que se esconde. La pregunta es inevitable: ¿a quién le conviene tener una oposición dividida, distraída y debilitada? Adivine el lector.
“Ningún gobierno puede mantenerse sin control, sin vigilancia y sin crítica.” José Martí