Entre Líneas y votos

Aunque la mona se vista de seda…

Alberto Catalán Bastida.

10 de octubre

En la política mexicana hay personajes que hacen del discurso una obra de arte, aunque la realidad se encargue de desmentirlos con lujo de detalles. Uno de los ejemplos más pintorescos —y al mismo tiempo más ilustrativos— es el senador Gerardo Fernández Noroña. El autoproclamado abanderado de la “austeridad republicana”, el azote de la clase política “fifí”, el paladín de los pobres… pero con gusto por los aviones privados, las casas de millones de pesos y las camionetas que no precisamente reflejan el “pueblo bueno” que dice representar.

Porque sí, aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y aunque el discurso se adorne con frases de lucha y consignas contra los privilegios, la realidad termina por desnudar las incongruencias. No hay nada más irónico que ver a quien se indigna por los lujos de los “neoliberales”, llegar al poder para repetir exactamente las mismas prácticas.

Noroña no es una excepción: es el retrato de una generación de políticos que construyeron su imagen sobre la crítica a los excesos del pasado, pero que al saborear el poder olvidaron la modestia que tanto predicaban. El “austericidio” quedó en el discurso; la vida de opulencia, en los hechos.

En Morena abundan los ejemplos: funcionarios que antes viajaban en combi “para estar con el pueblo” y hoy se transportan en camionetas blindadas; legisladores que antes prometían vivir en departamentos modestos y ahora coleccionan propiedades; dirigentes que juraron acabar con los privilegios, pero no pueden vivir sin ellos.

Lo curioso es que, ante cada señalamiento, la respuesta es siempre la misma: “ataques de la derecha”, “campañas mediáticas”, “guerra sucia”. No hay autocrítica, ni un atisbo de coherencia. Todo se justifica en nombre del movimiento, como si la bandera de la transformación fuera licencia para el derroche.

Al final, los que prometieron cambiar la historia terminaron repitiéndola. Y los que juraron ser diferentes, solo confirmaron que el poder —cuando no hay convicción ni congruencia— desnuda más rápido que cualquier escándalo.

Porque, aunque la mona se vista de seda… ya sabemos cómo termina el refrán.

“Nada más difícil que fingir ser lo que uno no es.” — Séneca

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