Ernestina Godoy: la nueva fiscal carnal de Morena
Alberto Catalán Bastida
5 de diciembre.
La renuncia de Alejandro Gertz Manero abrió una oportunidad histórica para recomponer el rumbo de la Fiscalía General de la República. Pero en lugar de fortalecer la autonomía y la credibilidad institucional, la Cuarta Transformación optó por lo que mejor sabe hacer: colocar a una incondicional en el puesto clave. La designación de Ernestina Godoy como fiscal general confirma que Morena y Claudia Sheinbaum han decidido apostar por el control político antes que por la justicia.
No hay que tener memoria selectiva. Cuando Ernestina Godoy era diputada federal, fustigaba con dureza al gobierno en turno por designar a un procurador cercano al partido en el poder. Advertía sobre los riesgos de tener un fiscal “carnal”, denunciaba la subordinación institucional y se escandalizaba ante la influencia política en la procuración de justicia.
Hoy, esa misma Ernestina Godoy se convierte exactamente en lo que tanto criticó: la fiscal carnal, pero no de un presidente en abstracto, sino de Morena y de Claudia Sheinbaum, la figura política que más ha impulsado su carrera en los últimos años. La coherencia se derrumba y la doble moral vuelve a asomar su rostro.
La narrativa oficial intenta vendernos la idea de que se trató de un proceso limpio y democrático. Pero el guion estaba escrito desde antes. Morena montó una farsa legislativa para justificar la designación de una senadora con licencia, militante leal, y operadora política con trayectoria dentro del movimiento. Lo que antes denunciaban con rabia, hoy lo practican sin vergüenza. Lo que antes llamaban corrupción institucional, hoy lo llaman transformación.
La llegada de Godoy a la Fiscalía no es un movimiento técnico ni una apuesta por la justicia: es un blindaje político. Su papel será clave para proteger al régimen, cubrir el cochinero acumulado en estos años y garantizar que ninguna investigación avance si puede salpicar a la élite morenista. La Fiscalía, que debería ser un contrapeso, se convierte nuevamente en un instrumento de control y de impunidad.
Y en este escenario, la presencia de Claudia Sheinbaum como impulsora directa de la designación no es un detalle menor. La presidenta ha optado por rodearse de personas que le garantizan obediencia absoluta, incluso en áreas donde debería privilegiarse la autonomía. La fiscalía —como la seguridad, los programas sociales y la comunicación oficial— se integra ahora plenamente a la estructura de control político del nuevo gobierno.
Tenemos, en los hechos, una fiscal carnal de Morena y de Claudia Sheinbaum, colocada para asegurar continuidad, protección y silencio. Nada más alejado de la promesa de un cambio verdadero.
La justicia en México queda, otra vez, atrapada en la telaraña del poder. Y mientras la 4T celebra su designación como triunfo democrático, en realidad celebran la consolidación de un aparato que prometió ser diferente, pero hoy demuestra que repite, con mayor cinismo, lo que tanto criticó.
“Cuando el poder se une a la injusticia, nace la opresión.” Aristóteles