La vida de un jinete; entre el corral de toros y sus plegarias a Dios y San Juditas Tadeo

— Los jinetes de la palomilla «Los Pequeños del Ruedo», han visto morir a varios de sus compañeros

Yasmín García Chino

De rodillas sobre la tierra suelta adentro del corral de toros, los jinetes le rezan a Dios, a San Juditas Tadeo, a la virgencita de Guadalupe o al Santo Niño de Atocha.

Al santo de su devoción, pero lo que suplican es solo una cosa; que los protejan y salgan con vida del ruedo, después de montar al toro.

Con chaparreras de cuero, espuelas, chalecos en colores brillantes, cinturones de piel, botas, camisas a cuadros, sombreros, y sus rosarios o cadenas de oro con el dije de algún santo, los montadores esperan que alguno de los toros entre al cajón para su monta.

No es cualquier cosa, el solo nombre de esos animales puede intimidar a cualquiera: “máquina de reparo”, “sombra negra”, “huracán”, “puños de hierro”, “el sádico” o “El siete pecados”.

Mientras los caporales llevan al toro al cajón, los jinetes con el animador realizan la oración del jinete, que dice lo siguiente: “Señor, nosotros los jinetes, no te pedimos favores especiales, solamente nos des valor y destreza para realizar nuestras montas en cada uno de los jaripeos, donde arriesgamos la vida”.

Desde los 15 está en la monta

Jesús Aldair García Pelagio es montador, jefe de la palomilla “Los pequeños del ruedo”, él comenzó a montar becerros a los 15 años, a los 20 ya jugaba toros de jaripeo, afortunadamente no ha tenido fracturas pero si lesiones, además se ha desmayado.

“El Llaverito de Colotlipa” como lo conocen en los jaripeos, es originario del poblado de esa comunidad perteneciente al municipio de Quechultenango, tiene dos hijos de siete y tres años de edad, su esposa no está de acuerdo en que su trabajo sea ser jinete para llevar el sustento de cada día a su familia, sin embargo, lo apoya, “me dice que me quiere, que me apoya y me pide que me cuide”.

A sus 22 años, “El Llaverito de Colotlipa” ha visto lesiones graves en sus compañeros y la muerte de uno de sus amigos en Tixtla, quien al caer se desnuco además de que el toro con más de 500 kilogramos lo pisoteo en varias ocasiones.

Recuerda que en esa ocasión se asustó mucho y pensó dejar de montar a los ejemplares, “me espanté mucho, vi como el toro lo piso, pensé en retirarme, se siente muy feo ver como alguien de tus compañeros o amigos muere”.

Como jefe de palomilla y montador a sus compañeros les dice que antes de jinetear a un toro se encomienden a Dios, que lo hagan con fe, que no se lo tomen a desmadre porque está en riesgo su vida.

“El Llaverito de Colotlipa” ha montado toros de diferentes ranchos, en todo el estado, y en jaripeos de Morelos, Oaxaca, Puebla, Estado de México, su sueño es ser jinete en la Unión Americana.

La participación mas reciente de “Los Pequeños de Ruedo” fue en la comunidad de Buenavista de la Salud, en el festejo del quinto viernes en honor al señor de la salud, montaron a los toros explosivos del rancho «El Pitayo» de Tepechicotlan Guerrero.

A su familia le pide disculpas por preocuparlos.

“Que me disculpe mi familia, dirán que no entiendo pero también le ando echando ganas para que al menos hablen de mí, le andamos echando ganas, primero Dios vamos a llegar muy lejos, más arriba a ganaderías más famosas”, relató.

Cuando era niño admiraba a los jinetes y decía que quería ser como ellos, por eso a los niños que se acercan a saludarlo él los saluda amablemente, en un torneo de jaripeo que se llevó a cabo en Apango ganó el segundo lugar a nivel estado, por aguantar sobre el toro 40 reparos.

El CHICHILIANO DE QUECHULTENANGO

De tez blanca, ojos verdes y complexión delgada, Efrén Moyao Hernández o mejor conocido como “El Chichiliano de Quechu” porta una camisa roja a cuadros de manga larga que cubre sus blancos brazos, y un sombrero vaquero que cubre su cabello rizado en color café, relató que es montador porque cuando era niño veía a su abuelo montar.

“El Chichiliano de Quechu” tiene 15 años, es el más pequeño de la palomilla, recuerda que vio a uno de sus compañeros lesionarse en un jaripeo “vi como a un compañero se le quebró su mandíbula al caer del toro, se siente feo, ver a tu compañero que esta lastimado”.

El sueño de ser jinete comenzó a los 10 años, al montar becerros descubrió la adrenalina, “se siente una adrenalina inexplicable porque al momento se te olvidan las cosas si tiene problemas los olvidas porque solo te concentras en lo que estas haciendo”.

Mientras los caporales comienzan a lazar a los toros explosivos del rancho “El Pitayo”, Efrén relata que le gustaría dedicarse a las montas de manera profesional, sin embargo, reconoce que es peligroso y difícil por los accidentes que suceden adentro del corral.

“El Chichiliano de Quechu” estudia el tercer año de secundaria, su mamá le pide que deje de montar pero sabe que a él le apasiona por lo que le dice que se cuide.

Venera a San Juditas Tadeo, hace oración, y en su día, el 28 de octubre le festejan en su casa, asegura que es una fiesta pequeña, pero con mucha fe.

En el ruedo, el animador retó a los jinetes de quien se atrevía a montar a uno de los mejores toros del rancho «El Pitayo» sin caer en alguno de sus reparos se llevaría a casa mil pesos.

“El Chichiliano de Quechu” fue el valiente jinete que montó a una de las mejores maquinas explosivas del rancho, mientras amenizaba el jaripeo la Banda Lobos de Petaquillas, Guerrero, sin caer en sus reparos se ganó el dinero, pero su mejor pago fueron los aplausos del público, el reconocimiento y saludo de los niños, quienes se acercaron a felicitarlo.

El joven montador pidió a los niños y jóvenes que quieren ser jinetes que se preparen y sobre todo que se encomienden a un santo con mucha fe porque esta de por medio su vida.

Seguirá montando a los ejemplares que pesan mas de 500 kilogramos y una cornada de ellos puede ser mortal, ante todo esta su fe a San Juditas Tadeo.

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