Entre Líneas y votos

El Plan Michoacán… desde la comodidad de Palacio

Alberto Catalán Bastida

14 de noviembre

El Plan Michoacán, desde la comodidad de Palacio Nacional.

La presentación del llamado Plan Michoacán por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum llegó tarde, mal y para no variar, lejos del lugar donde realmente arde la crisis. El anuncio no se hizo en Uruapan, ni en Morelia, ni en la región de la Tierra Caliente. Se hizo en la Ciudad de México, desde la comodidad de Palacio Nacional, bien resguardado, sin riesgo de reclamos ciudadanos, sin la presión que representa mirar de frente a quienes hoy viven con miedo y desconfianza.

Tras el asesinato del alcalde de Uruapan, el mensaje que el gobierno federal decidió enviar fue claro: distancia. Una distancia política, física y emocional frente a una tragedia que debería obligar a cualquier administración a reaccionar con urgencia, no con protocolos teatrales ni ruedas de prensa cuidadosamente ensayadas.

Como si fuera un montaje más de los tiempos de la “Cuarta Transformación”, el secretario de la Defensa, Ricardo Trevilla, y el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana realizaron un recorrido en Michoacán en la batea de una camioneta del Ejército. Una escena diseñada para las cámaras, para la propaganda, para resolver absolutamente nada. ¿Para qué sirve ese espectáculo? ¿En qué ayuda a la gente que vive secuestrada por la violencia, a los comerciantes extorsionados, a las comunidades que han sido abandonadas durante años? Pareciera un insulto a la inteligencia del pueblo de Michoacán y del país entero.

La tragedia no es exclusiva de esa entidad. En Guerrero, cuatro alcaldes en funciones han sido asesinados durante el gobierno de la morenista Evelyn Salgado. El récord más alto en la historia del estado. El más reciente, el alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, cruelmente asesinado ya bajo la administración federal actual, que prometía una nueva visión de seguridad pero que repite las mismas inercias, los mismos silencios, los mismos errores.

Si el homicidio de alcaldes ya no es suficiente para que el gabinete de seguridad pise los estados, ¿qué debe pasar? ¿Cuántas autoridades más deben morir para que el gobierno federal deje de voltear hacia otro lado y asuma que su estrategia es un fracaso rotundo? ¿Cuánto falta para un “Plan Guerrero”? ¿Cuánto para un “Plan Nacional” que no sea un eslogan sino una respuesta contundente, seria y sostenida contra los grupos criminales?

Mientras los funcionarios federales montan recorridos para las cámaras, los ciudadanos en Michoacán, Guerrero y buena parte del país viven atrapados entre la indiferencia política y la violencia sin freno. No se necesita un “plan” anunciado en Palacio Nacional. Se necesita voluntad, presencia real, presupuesto, coordinación y una estrategia que deje de tratar la seguridad pública como una puesta en escena.

Porque lo que hoy se vive en México no se resuelve con giras televisadas, sino con decisiones de Estado. Y esas, hasta ahora, siguen brillando por su ausencia.

“Cuando la tiranía se hace ley, la rebelión es un derecho.” Benjamín Franklin

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