MIRADA INTERIOR

JIUTEPEC EN TRES TIEMPOS
(PRIMER TIEMPO)

Por: Isaías Alanís

Haber crecido en Jiutepec, me permitió ser testigo de setenta años de su desarrollo, belleza de barrancas y apantles; feracidad de sus tierras; el silbido de la locomotora, silbato de fábricas y tañer de campanas, rebuznar de burros, canto de gallos, la sinfónica tonal de aves de canto, silbo de los campesinos al salir al jornal en el surco a pie o a caballo. También de su decadencia, en 1986 escribí en el entonces “Semanario Nuevo Consenso”, (se consulta en la hemeroteca) tres artículos sobre Cuernavaca y Jiutepec.

Durante mis ausencias por meses, años, me abrieron los ojos para ver su agonía. Y ser testigo mudo de su mutación anárquica; ejemplo, la invasión a la Sierra Monte Negro y el Texcal, el negocio de autoridades cómplices de terrenos ejidales y comunales.

Conocí las capitales y ciudades mas importante de México. Me angustiaba regresar y encontrar un mazacote de colonias, desechos industriales, abandono interinstitucional y comunitario.

Alcaldes van y vienen, la peste de fábricas se incrementa. Surgen asentamientos irregulares por montón y una escuela de “Paracaidistas de Alquiler”. El crecimiento exponencial y diametralmente opuesto a: servicios, drenaje, alcantarillado, pavimentación, alumbrado, canchas, (El equipo de soccer, Gavilanes dejaron perder una cancha emblemática de cuando menos ocho decenas) centros de salud y frenar la contaminación de barrancas, manantiales (Chapultepec y las Fuentes) y que la autoridad federal, estatal y municipal, con la ley en la mano eviten el ecocidio.

La barranca de Navajillas que desemboca en las Fuentes está contaminada; Chapultepec, igual; la barranca de Analco es un monumento de los efectos perjudiciales y mortaja de la naturaleza por efectos de contaminantes nocivos para la vida. En vez de parar los desechos se multiplican hasta convertirse en un apocalipsis miniatura que se ha expandido y alcanzar ríos, manantiales de Morelos y provocar la agonía de la agricultura.

Y como en un juego de soccer este primer tiempo va a favor del pueblo y en contra de quien no sepa parar los tiros libres. Una noche ni tan serena y oscura a mediados de 2017, regresé de la CdMex a las 11,15 de la noche a la estación de Avenida Insurgentes. Siempre llego a Jiutepec en auto, no había saboreado el milagro de caminar en penumbra de la estación a mi casa. Armado de valor, inicié los pasos por Insurgentes, reina una oscuridad hueca, de vez en cuando un auto, las pestañas de una taquería semi desierta; donde gira una perinola aderezada con polvo, un oficiante de cuchillero rebana la carne para los famosos “tacos al pastor”.

Seguí mi camino, al entrar frente al obelisco del reloj, el Jardín Centenario se abre a otra oscuridad espeluznante. Por Emiliano Zapata hacia el oriente hasta topar con Ignacio Zaragoza, negrura de película de terror. Hacia Benito Juárez, una mancha de la pared lateral del Palacio Municipal y enfrente al IMSS lucen dos focos que alumbran como candiles.

En la esquina de Ampudia y Matamoros, una vela o una lamparita del tamaño de una cerilla lucha contra la sombra de un banco.

Avanzo con el Jesús en la cacha de mi navaja. Al cruzar la plaza, hago esfuerzos por mirar el quiosco. Nada, oscuridad a plenitud. Me dije: “no quiero volverme sombra/quiero ser luz y quedarme”. Viro mi cara a la derecha y el Palacio Municipal está cubierto por una mancha oscura. Resaltan hendeduras negras, mugre, polvo muerto de las fábricas, polvo vivo de penas.

Al detenerme unos instantes junto al chinelo chaparro, para otear en la oscurana, una sombra escurrió de la escultura. Agarre la navaja con determinación. Un hombre se orina en la parte trasera del chinelo, al sentir mis pasos se alejó sin pelarme.

Cuando entré a Ampudia del Valle, la escuela Benito Juárez no era visible, bultos negros me observan desde las macetas de lámina. En la entrada al viejo mercado, vuelvo a ver la silueta del hombre. Prosigo mi camino y pienso; ¿“por qué carajos no construyen un mercado de tres pisos en ese lugar?

No me queda mas remedio que avanzar. Oscurana total. Acelero el paso y al toparme con Benito Juárez no terminó mi ceguera portátil.

Avanzo por la banqueta o lo que se le parece. Oscuridad. Recordé la leyenda que por esa calle trasnocha Agustín Lorenzo en su caballo negro como la misma negrura del infierno con botonadura de plata, pantalón chinaco y los cascos de su cuaco al cabalgar, echan chispas.

Al abrir la puerta de acceso a mi casa, mis ojos acostumbrados a la oscuridad ven la luz; prados, árboles sabios y un arbusto de magnolia con sus flores blancas olorosas a miel de la tierra. Cansado del viaje, de estar en un hospital, corrí al grifo del filtro y me serví un vaso de agua. No pude conciliar el sueño, me ubiqué en mi mesa y escribí una Mirada. Era alcalde mi sobrino, Manolo Agüero Tovar. Jiutepec, sigue igual o “pior”.

Al otro día continué las idas al hospital, prefería dejar mi auto e irme en autobus. A los tres días de aparecida la Mirada, me comentaron que el alcalde estaba muy molesto por lo planteado, además de la ausencia de luminarias, escribí que se tiene que hacer un ordenamiento de imagen urbana del Centro Histórico, homologar fachadas, colocar nomenclatura de calles, instalar farolas, quitar ese piso astroso del jardín y colocar baldosas, pintar la barda del convento, poda de árboles y cambiar la madera del quisco y pintarlo, quitarle las botellas al chinelo chaparro, sacar a una runfla de perros y llevarlos al asilo de animales. Darle remozada profunda al centro de Jiutepec. En el municipio existen cientos o miles de viveros, hablar con ellos y que donen plantas para el jardín y el espacio atrial del ex convento en el cual los frailes sembraron árboles de mora.

¿Qué pasó? Nada. A mi sobrino le valió gorro la reflexión. Y como no soy una voz autorizada. La noche negra de Jiutepec, me invitó a reflexionar. ¿Hasta cuándo los alcaldes serán indiferentes y se perpetuará el abandono, contaminación, mugre, con un mercado del siglo pasado, calles sin nombre, ni número correcto, sucias, repletas de basura, sin políticas públicas para una cultura integral, comunitaria y transdisciplinaria ? La inseguridad se asoma por todas partes -pensé- ¿Es un tema que le cambiará la cabeza a los futuros alcaldes y a la comunidad jiutepequense? Se escucha el silbatazo finalizando el primer tiempo.

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