“Desaparición de poderes”, el grito que unificó a Chilpancingo hace 61 años

– Relato de Iris Salmerón, sobreviviente a la masacre de 1960 en la alameda Granados Maldonado
– De como se gestó la desaparición de poderes y se interrumpió el mandato del general Raúl Caballero Aburto
– Manuel Buendía, el mítico director de La Prensa recibió las fotogafìas incriminatorias

Rogelio Agustín

Un paquete de fotografías pegados al cuerpo de dos mujeres; las hermanas Iris y Eva Salmerón Catalán, fue determinante para que el 4 de enero de 1961, el Congreso de la Unión declarara la desaparición de poderes para el Estado de Guerrero, lo que representó la caída del general Raúl Caballero Aburto, el último militar que gobernó Guerrero.

La tarde del martes 4 de enero, frente al edificio Docente, donde actualmente funcionan las preparatorias 1 y 9 de la UAGro, un grupo de sobrevivientes y académicos de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro) se reunieron para recordar que hace 61 años, el Congreso de la Unión declaró la desaparición de poderes en esta entidad, a consecuencia de la masacre registrada el 30 de diciembre de 1960.

En esos hechos, hasta el momento se reconoció de manera oficial la muerte de 19 personas, pero los sobrevivientes aseguran que en realidad las víctimas mortales fueron más.

Ante una concurrencia muy reducida, Iris Salmerón Catalán, quien en aquel tiempo era estudiante del entonces Colegio del Estado, recordó que su hermana Eva era corresponsal del periodico La Prensa y tuvo la necesidad de trasladarse hasta la Ciudad de México, para entregar las fotografías que logro captar de los hechos.

Ellas lograron trasladar un material sumamente importante hasta la capital del país, cuando Chilpancingo estaba completamente situad.

Iris y Eva forman parte de una dinastía de por lo menos tres generaciones de fotografos, su abuelo es reconocido como el fotografo personal del general Emiliano Zapata.

Ellas fueron parte de las familias que se sumaron al movimiento social de 1960, iniciado por estudiantes, pero abrazado por los sectores populares.

“Mi madre fue la primer mujer que llevó una olla de café a los muchachos que reclamaban que el Colegio del Estado se convirtiera en una universidad autónoma”.

El movimiento en su etapa más álgida comenzó a finales de octubre, a los estudiantes liderados por Jesús Araujo Hernández se sumaron representantes de los barrios tradicionales y los pueblos aledaños y se declaró una huelga general.

Fue entonces cuando el Gobierno del general Raúl Caballero Aburto decidió enfrentar al movimiento con la fuerza militar, de tal suerte que las movilizaciones comenzaron a ser objeto de represión, primero a golpes y después a balazos y bayoneta calada.

La masacre

El día de la masacre, Iris salió de su casa y caminó rumbo a la alameda Granados Maldonado, punto central de la confromntación sobre la calle Emiliano Zapata.

Su hermana Eva, cámara en mano caminó de manera paralela, parapetándose entre los puestos del mercado central para evitar ser vista por los elementos de la fuerza militar, cuando ya se había desatado la agresión contra la multitud.

“Caminamos casi al mismo tiempo en la misma dirección pero en calles diferentes, yo no sabía como estaba ella, ignoraba si le había pasado algo, mi angustia se incrementó cuando frente a mi, un niño cayó herido de muerte, impactado por una bala que pasó muy cerca de mi cabeza”, recuerda.

Cuando pasaron los momentos más cruentos de la masacre, Iris y Eva se escurrieron entre las calles hacia su casa, donde contaban con cuarto oscuro, papel y químicos para realizar el revelado e impresión manual de las imágenes.

En esos tiempos no había de otra manera, tenían que imprimir por su cuenta y llevar ellas mismas las fotos hasta la capital del país.

Salir de una ciudad sitiada

Salir de Chilpancingo el mismo día de la masacre, cuando la ciudad estaba sitiada por elementos del Ejército Mexicano y la Policía Judicial, para las hermanas Salmerón representó un reto que incluso, puso en peligro la vida o la libertad.

Un chofer, integrante del movimiento aceptó llevarlas, ellas resolvieron pegar las fotografías en sus cuerpos para que no se les detectara facilmente en caso de una revisión.

Se subieron al vehiculo en el centro de la ciudad y avanzaron hacia la salida norte, en el último retén fueron detenidas, un agente de Tránsito las reconoció, Iris recuerda que pensó que serían delatadas, porque en la ciudad se sabía que se dedicaban a la fotografía.

El oficial de Tránsito hizo una mueca, al paso del tiempo entiende que fue una expresión de solidaridad, levantó la mirada y exclamó: “estos pasan”.

El pequeño coche con las hermanas Salmerón y las imágenes de la masacre salieron de la capital de Guerrero con dirección a la capital del país.

Manuel Buendía

Entrada la noche llegaron a la Ciudad de México, donde fue el periodista Manuel Buendía, entonces director de La Prensa el que recibió las imágenes.

La señora Iris recuerda que el periodista extendió las manos y les dijo: “Con esta masacre se despide este año en el país”.

El encuentro fue muy breve, ellas dejaron el material con el texto correspondiente y decidieron regresar a Guerrero.

Las mujeres y el chofer recordaron entonces que no habían probado alimentos, por lo que pasaron a un restaurante ubicado sobre la carretera.

Al entrar se dieron cuenta que el lugar estaba abarrotado por elementos del Ejército Mexicano, Iris recuerda que los oficiales lucían cabizbajos, visiblemente abatidos anímicamente.

¿Cómo no iban a estarlo, si mataron a estudiantes y gente del pueblo? Exclama.

Desaparición de poderes

Pasó el año nuevo, la Prensa publicó las imágenes y en el Congreso de la Unión se tuvo que retomar el caso.

Iris recuerda el nombre de la diputada federal Macrina Rabadán, quien estuvo pendiente de lo que pasaba en Guerrero antes y después de las masacre.

El mediodía del 4 de enero, Macrina llamó por teléfono a la casa de la familia Salmerón, la emoción le permitió hilar apenas tres palabras que provocaron que la familia reventara: Desaparición de poderes”.

-¡Desaparición de poderes!- gritaba mientras corría sobre la calle Emiliano Zapata y alcanzaba después la avenida Guerrero.

-¡Desaparición de poderes!- le contestaban desde las azoteas y las ventanas de las casas.

Poco a poco retomar las calles que durante cuatro días estuvieron ocupadas solamente por militares y policías.

Entrada la tarde una multitud se acercó al centro para rodear el Palacio de Gobierno, donde apresuradamente, casi en fila y resguardados por su personal de seguridad, el general Caballero Aburto y numerosos colaboradores abandonaban el antiguo Palacio de Gobierno.

Esa misma tarde, el abogado Arturo Martínez Adame fue nombrado gobernador interino y en su primer mensaje anunció la liberación de todos los que habían sobrevidido y encarcelados tras la embestida militar.

Poco después, se declararía la conversión del Colegio del Estado en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro).

A 61 años de distancia, los principales líderes del movimiento han muerto, entre ellos Jesus “Chucho” Araujo y el doctor Pablo Sandoval Cruz.

La señora Iris ha dejado escuchar un relato inédito, animada por el interés de que ese pasaje de la historia prevalezca, temerosa de que el recuerdo de los caídos se pierda en la bruma de la indiferencia.

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