La guarida de Guerreros Unidos en Carrizalillo

De cómo el crimen organizado se adueñó de un pueblo
Ahora la conocen como La calle del terror, está ubicada en el acceso principal de Carrizalillo y comprendida por al menos 20 viviendas, las cuales fueron ocupadas como guarida de sicarios e informantes de Guerreros Unidos hasta el 21 de octubre de 2014, cuando un operativo de la Policía Federal (PF) los expulsó.
La calle señalada, es una subida que comienza en el costado derecho del arco que da la bienvenida al pueblo, está en la parte alta del corral de toros que se utiliza solo en fechas especiales, como se convirtió el día en que los delincuentes fueron expulsados de dicho asentamiento humano.
La ruta ya era disputada entre Guerreros Unidos y Los Rojos, grupo antagónico que controla parte de la Sierra de Filo Mayor y varios municipios de la región Centro.
Pero en junio de 2014, Guerreros Unidos se impuso y fue más allá de controlar las rutas de acceso, sus pistoleros se instalaron en las casas de algunos vecinos, los que no se sumaron a la organización y vivían cerca fueron expulsados a punta de pistola.
Hasta el momento, las viviendas que ocupaban los delincuentes permanecen con las puertas abiertas, casi todos sus cristales están rotos y se observan impactos de bala en las paredes.
Aunque ya nadie resguarda la calle, los vecinos evitan al máximo caminarla, también rechazan la posibilidad de meterse a indagar qué es lo que dejaron dentro.
“Ahí ni pá coger”, dice uno de los vecinos, mientras da la espalda a las construcciones.
Señalan como líder principal de la célula a Onofre Peña Celso, a quien conocen también como “El Pescado”, lo recuerdan como una persona que en 2012 fue expulsado del pueblo por la proclividad que ya mostraba para delinquir.
“Le dijeron que por su forma de ser iba a meter al pueblo en problemas, él se fue para Iguala un año, se relacionó con algunas personas de ese grupo y regresó ya con otra mentalidad, involucró no a todos, pero sí a muchos integrantes de su familia”.
En el patio lateral de la casa de Onofre Peña los vecinos encontraron un túnel, ese sería utilizado en caso de que un enfrentamiento se complicara, pues le permitiría llegar hasta una barranca y de ahí hacia la salida del pueblo.
Cuatro meses de sometimiento
Del 14 de junio al 21 de octubre de 2014, los ejidatarios padecieron el control absoluto de los sicarios al servicio de Guerreros Unidos.
“Pusieron su filtro principal en esa entrada del arco, levantaron parapetos con costales de arena y durante las 24 horas había ahí gente armada”.
No solo cuidaban los integrantes de Guerreros Unidos, los todos los hombres del pueblo estaban obligados amontar guardia en el puesto de control, para ello se les proporcionaba una escopeta o pistola calibre 22.
“A los que veían más o menos con miedo lo dejaban de noche como castigo, uno de ellos subía el cartucho de su arma y nos decía; hijos de la chingada, si hay madrazos, al primero que corra yo mismo lo mato”.
Si la negativa era contundente el vecino tenía solo dos posibilidades; pagar una multa de 400 pesos para que otro cubriera el turno, o recibir una tableada por parte de los pistoleros.
Y la tableada consistía en lo siguiente: “Te ponían de cara a la pared con las manos arriba, luego te daban 20 golpes con una tabla, que estaba perforada, según para que no agarrara aire”.
Un profesionista, nativo de la localidad y trabajador de Goldcorp, recuerda que habló con el líder del grupo y lo convenció de que en lugar de hacer guardia en el retén, le permitiera pagar la comida de quienes formaban la célula.
“Le dije que yo no era de pleito, que ahí necesitaban gente con valor, porque si había balazos me iban a dar primero a mí. Me dio chance de que pagara la comida de 40 personas, lo hice dos veces en un espacio de 15 días”.
Transitar por la calle controlada por Guerreros Unidos era algo completamente prohibido, un hombre de aproximados 50 años recuerda: “En una ocasión tomé esta ruta para llegar rápido a mi casa, me alcanzaron dos hombres en cuatrimotos, pistola en mano me obligaron a regresar y cuando me di la vuelta ya venían otros corriendo con puro cuerno de chivo”.
El hombre pasó una hora interrogado en una de las casas de seguridad, mientras su esposa e hija permanecieron a la espera dentro de su camioneta, amagadas también por hombres armados.
Entre los líderes de la célula instalada en Carrizalillo mencionan a Israel Peña López, “El Cincel”, su hermano Modesto Peña, quien está preso y que fue detenido el miércoles 28 de octubre junto con nueve elementos de la PF.
Hay otro líder llamado Mario López y uno más del que solo mencionan su apodo: “El Chato”.
Gracias a los recursos que reciben de Goldcorp, los ejidatarios lograron la construcción de una casa que era habitada por los profesores que atendían el kínder, la primaria y telesecundaria del lugar, pero los mentores fueron expulsados y el inmueble se sumó a los refugios de delincuentes.
Los pobladores no alineados a Guerreros Unidos son acusados de pertenecer a Los Rojos, ellos plantean que las autoridades suban para hacer una investigación y se conozca la verdad: “Si alguien de nosotros está embarrado con algo que lo metan a la cárcel, no lo vamos a defender; pero ya estamos hartos de vivir así”.
Otro vecino interviene para dirigir un mensaje: “Si los representantes del gobierno no están en condiciones de hacerlo, que nos autoricen armas reglamentarias, registradas para que nos podamos defender sin violar la ley, pero queremos tener las condiciones para defendernos”.
Que obtenía GU en Carrizalillo
“Los delincuentes nos exigían el cobro de piso, nos pedían dinero según para comprar armas, municiones y protegernos, pero nosotros no teníamos problemas con nadie”, recuerdan.
Que Onofre Peña y su familia se relacionaran con el cártel, representó el acceso al padrón de ejidatarios y con ello el monto del dinero que cada uno de ellos recibía cuando llegaba el cobro de la renta a la minera Goldcorp.
“Cuando un vecino salía para Iguala, ellos les avisaban a los delincuentes para que los interceptaran en la carretera”.
Los habitantes que trabajan en la mina obtienen salarios decorosos y prestaciones, el sueldo más bajo es el de un ayudante y rebasa los mil 600 pesos semanales, tienen derecho a fondo de ahorro, aguinaldo y reparto anual de utilidades.
“Nos acusan de ser integrantes de la delincuencia, cuando nosotros veíamos a sus sicarios armados pero todos sucios y mal vestidos, no sabemos cuánto les pagaban pero estamos seguros que muy poco. Los que se fueron se buscaron sus propios problemas porque quisieron jugar a la mafia”.
La charla se desarrolló en el inicio de lo que denominan como la calle del terror, de frente al cerro El Bermejal, en donde Golcorp avanza en la extracción de oro, el mineral que representa la principal fuente de ingresos para los ejidatarios y por el que indican, no están dispuestos a retirarse.

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