Velan en Chaucingo a Leovigilda, una de las seis víctimas mortales del sismo del 19


Chaucingo, 22 de septiembre.- Entre cuatro paredes de adobe rezan la cruz de la señora Leovigilda Baltazar Francisco, quien murió víctima de un infarto  luego de sufrir varios golpes tras el sismo de 7.1 grados Richter que se registró el martes pasado. 
Ella es una de las seis personas que murieron en Guerrero por el temblor que sacudió a la parte del centro y sur del país. Era originaria de la comunidad de Chaucingo, ubicada en el municipio de Huitzuco, uno de los más afectados de la zona norte del estado.
La señora Leovigilda vivía en la parte alta de la comunidad. El martes sintió el temblor igual que miles de personas en el país. Quienes la alcanzaron a ver con vida, narran que ella intentó esconderse detrás de un tanque de agua que está al borde de su casa, pero una piedra gigantesca que se desprendió del cerro lo golpeó, y su cuerpo fue disparado a la calle quedando tirada en la cerca de un vecino.
German Evangelista y uno de sus amigos fueron los primeros que auxiliaron  a la señora después de ser lesionada por la piedra.
“Bueno, yo todavía alcancé a platicar con ella, y dice que le dio tiempo a esconderse detrás de su tanque, y pues la piedra se ve que pegó ahí en el tanque, entonces yo pienso que el impacto de la piedra, y el agua, porque la encontraron hasta el cercado, aquí del señor, y ahí fue donde se encontró ella. Yo pienso que el impacto de la piedra cuando pegó en el tanque fue lo que la arrojó al otro lado de la calle”
– ¿Usted platicó con ella ya que había pasado todo?
– Sí, yo y él –señala a uno de sus vecinos- fuimos los primeros que llegamos a auxiliarla.
La señora de 55 años quedó con vida, aunque con varios golpes. La vía más rápida hacia la cabecera municipal estaba tapada por deslaves causados por el mismo temblor, por lo que el traslado al hospital fue mucho más tardado. Ella murió en el camino, después de quejarse de dolores que le provocaron los golpes, según narran sus familiares a este medio de comunicación.
La casa de la señora Leovigilda luce con varios daños, al igual que tres de sus vecinos a las que también les cayeron rocas del cerro. Sus familiares levantaron una pequeña galera y colocaron una lona azul en el patio para velar su cuerpo, pero de última hora el lugar cambió, pues el riesgo de que más piedras se desprendieran les sigue causando pánico.
En el patio de la casa contigua metros abajo está la piedra que causó la muerte de la señora Leovigilda. El dueño de la casa con sus amigos intentan despedazarla a base de cincel y marro para sacar una camioneta en la que se llevará sus cosas a otra vivienda, pues ésta ya no es segura para vivir: “las piedras en el cerro están unas sobre otras, en cualquier ratito se vuelven a caer y aquí nos agarra a todos”.
En la casa donde rezan las cruz están refugiadas 4 familias, todas damnificadas por el sismo. Aquí están también la señora Celsa, de 77 años, quien es mamá de Leovigilda; su esposo, el señor Magdaleno con quien llevaba 37 años de casada, sus hijas, y sus hermanas.
Ninguno de ellos sabe con exactitud lo que pasó, solo saben lo que suponen quienes auxiliaron a la señora tras ser golpeada con la piedra.
“Le tocó a ella solita y yo andaba en el campo, mi hija fue a Huitzuco, pos mi hija, la otra, la mayor, estaba allá por Huachinantla y no nos podíamos comunicar con ella, y mi hija, esta que está aquí, me fue a traer al cerro, y no me dijo luego, pero yo luego pensé mal, que pasaba algo, y llegué pues, que ya se la habían llevado pa´ Huitzuco”, señala el señor Magdaleno.
Don Magdaleno es amable, tranquilo, igual que toda su familia,  pero luce fuerte de carácter ante la muerte de su esposa. Mientras platica lo sucedido parece quebrársele la voz, pero no lo hace, no llora, solo respira o tose un poco y continúa su relato.
“Que no supimos cómo fue su accidente, que la hallaron del sitio hacia debajo de la calle, pegado a la cerca del vecino de abajo, ahí pasó la piedra, tumbó el tanque, mi casita la tumbó, y ya nos íbamos a ir para Huitzuco, pero luego nos avisaron que ya no era tiempo, que ya había fallecido, y ya no fuimos”.
Con la tragedia todavía reciente, Don Magdaleno y su familia solo piden a las autoridades ser reubicados en un lugar seguro, pues ya no quieren regresar a su hogar por miedo a ser aplastados por