Llegan voluntarios y respaldo humanitario para Atenango


Es el municipio más afectado por el sismo de 7.1 grados
Es el día tres luego del sismo de 7. 1 grados Richter y cientos de voluntarios empiezan a llegar al municipio de Atenango del Río para ayudar a sacar escombros, y repartir despensas a los damnificados.
Hasta el último reporte, este es el municipio más dañado de los 58 que han señalado afectaciones por el sismo. Se contabilizan alrededor de 400 casas y 50 más que, aunque están en pie, tendrán que ser demolidas al resultar no aptas para seguir habitando en ellas.
Desde tempranas horas se observa la llegada de voluntarios, ya sea en caravana, como los de la Universidad Autónomo de Guerrero, o familias a bordo de dos o tres camionetas y coches en los que llevan los víveres que pudieron recaudar en 24 o 48 horas entre familiares, amigos, y personas que decidieron donar.
Llegan al centro de la cabecera municipal, y algunos optan por dejar la ayuda en el refugio que se instaló para los damnificados, pero otros prefieren entregarla directamente a las familias que lo necesitan, por lo menos en apariencia, pues es así como deciden quiénes recibirán las despensas que llevan para repartir.
Quienes prefieren ir de casa en casa a dejar la ayuda es por la desconfianza a las autoridades, pues argumentan que estas aprovechan para acaparar víveres y utilizarlas en beneficio personal, como el caso del señor Daniel García y su familia, quien lleva en la batea de su camioneta ropa, comida enlatada, y accesorios para bebé.
“Nuestro propósito es entregarle la ayuda mano a mano, porque sabemos que de repente las autoridades acaparan la ayuda de las personas, pero después no la entregan (…) Yo creo que un poquito podemos contribuir y ayudarle a estas personas que vemos que muchas casas están dañadas, están fracturadas, algunas solamente es el revoque pero vemos que otras estructuralmente están prácticamente en peligro de caerse”, señala mientras entrega la ayuda a un grupo de mujeres que se reunieron para ser beneficiadas.
Además de víveres, hay quienes llegan con palas, rastrillos y carretillas para ayudar a las personas que todavía no han sacado los escombros de sus viviendas, aunque ya muchas familias lo hicieron durante las últimas 48 horas.
Otros, como un grupo de 15 hombres y mujeres, también originarios de Iguala, solo llevan la fuerza de sus manos para ayudar a sacar escombros. Luego de casi media hora de buscar de casa en casa quién necesite apoyo, llegan a la vivienda de una familia en la zona periférica de la cabecera municipal.
El grupo intenta ayudar a la familia a sacar sus cosas de la vivienda que está semi destruida por la caída de un cerro, pero no tienen suerte esta vez. Los damnificados no quieren abandonar su hogar a pesar de tener un laúd de tierra a dos metros de su pared. Mientras una máquina retro excavadora trabaja para quitar la tierra, los jóvenes intentan convencer a la familia de salir, pero es tarea imposible.
La peligrosidad de que el laúd deslice es inminente: solo con el soplido del viento ruedan pequeñas piedras y el polvo se levanta un poco. Aun así, no lo lograron, y regresan a la camioneta en donde seguirán recorriendo las calles de Atenango.
El no poder hacer nada en este caso los desmotiva, cuenta la mayor del grupo, Nitzi Escalera, a quien todos le dicen profa.
“La situación de aquí es terrible, es bien lamentable, de hecho, eso como que a todos los chavos que vinieron a acompañarnos los achicopaló, porque habíamos estado ayudando y ahorita pues dicen: pues qué hacemos, o sea, ya no podemos hacer nada, no podemos hacer nada porque está el cerro arriba de la casa y pues qué se hace, ahí tienen que trabajar las máquinas, la gente no se quiere salir y pues bueno, son algunas de las circunstancias a las que nos tenemos que enfrentar”.
Aproximadamente un kilómetro más adelante encuentran una nueva tarea que hacer: la casa de una pareja de ancianos sufrió daños en el techo de lámina, y algunos pedazos rotos siguen arriba, como a punto de caer.
Con una escalera empiezan a bajar los pedazos rotos y a colocar polines para evitar la caída del techo, otros buscan pedazos de alambre para asegurar las partes que no serán retiradas, el entusiasmo les regresa de nuevo, aunque algunos ya lucen cansados.
En la cabecera la ayuda parece ser suficiente, pero al interior, en las comunidades más alejadas, se quejan que para allá nadie llega, ni las autoridades. Narran que hay casas cuarteadas, ninguna caída como en la cabecera, pero igual damnificados con una suma que complica la situación para ellos: pobreza y falta de empleo.